miércoles, 7 de diciembre de 2011

ARTESANAS HILANDERAS EN SAN ISIDRO


".....guarâ nde reipovâ"
Yvyrapâme omosusû....




Kirirîhape ohesa'ÿ'o
Péina hasýpe ahecha jevy kuña Paraguái, ohesa'ÿî'o, omosusû yvyrapâme, ha oipovâramo he'ÿme mandyju ojapo haguâ ichugui inimbo po’i.

Katupyry, tory ha vy’ape Ña Eperansa, mbue kuñakaraindive, ohechauka ha omombe’u ikatupyry kuéra tembiapo ymáme.

Ha katu onohêma typói jegua, encaje jupe japopyre, ao po'i ijeguakapáva, voko, mesa ao, pyrûha, mbujape ryru, ha hetave mba'e, mandyju yvígui ipyaha pyre.

¡Ha che retâ Paraguái, ndeichagua ndaipóri ambue!

Al iniciar la serie de publicaciones, en Kuaapy, pensé en ir rescatando cosas, momentos, usos, costumbres y vivencias de mi gente. En fin, todo aquello que el tiempo en su devenir inexorable fue relegando al olvido y que al rememorarlos animen a enzalzar el amor al terruño y la asunción del compromiso de coayuvar en mantener viva las usanzas nuestras y la utopía de la construción de la patria soñada.

Tantos son los recuerdos que no quisiera perder y sobre todo compartir con  todas aquellas personas interesadas en rememorarlos y conservarlos.

Hace unos años tuve la oportunidad de llegar hasta Carapeguá, específicamente  a la vivienda de una persona a quien admiro mucho. Me refiero a  Margarita Miró, una mujer epañola, que se tornó paraguaya, hizo y está haciendo tanto por mantener viva muchas de nuestras costumbres y tradiciones.

En una velada lluviosa, esperanzados en  un amanecer más benigno que nos permita visitar la zona del lago Ypoa, compartió con nosotros, en una tertulia, sus vivencias y sus saberes sobre usos y costumbres de los pobladores de la zona.

Mandyju Paraguái mata
Fue allí que vi, por primera vez, cuando me enseñó, la planta del algodón nativo (mandyju Paraguái). En esa oportunidad me propuse sembrar en el patio de mi casa, en San Isidro de Lambaré, una planta del susodicho vegetal. Así lo hice con las semilas que me regaló, y por mucho tiempo me deleité con la observación de sus hermosas floresy el progreso de los frutos verdes, la maduración y la explosión de sus capullos para ofrecer las blancas fibras del algodón, hasta que un día una ráfaga de viento lo desengajó y nunca más pudo recuperarse.

Por ese tiempo me propuse la construcción de una rueca artesana, un huso para hilar (he'y en el dulce idioma guarani) , y un arco (yvyrapâ) para estirar y aflojar, cardar, las fibras del algodón.

Construí el huso y el arco, la rueca me fue imposible.

Hace unos meses pude llegar a Yataity, por gentileza de mi hijo Milner, y al admirar el trabajo de las tejedoras volví a pensar en mi propósito.
El lunes pasado (5/11/2011) una vecina, Doña Esperanza Duarte de Galeano, me invitó a admirar un trabajo, que según manifestó, pocas personas podían valorar. Grata fue mi sorpresa al entrar a su casa y ver a su familia en un pasatiempo que dejé de presenciar por cerca de 50 años: algodón en rama, un persona desmotando, otra con un huso recien construido con una agujeta de tacuara y cascara de sandía hilando el algodón.

Me mostró, hermosos trabajos en encaje ju y tejidos de ao po’i  fabricados con el hilo casero hecho de fibras del algodón de su casa.

El mandyju Paraguái que  tanto anhelaba volver a tener, sin conseguir la simiente, estaba a 10 metros de mi casa, ¡y yo no lo sabía!. Presuroso corrí a buscar una cámara para fotografiar el momento y compartir con los amigos de kuaapy.
Y como se habrán imaginado, me traje las semillas. Ya las sembré y como antaño allá en mi Ñaiûngua natal, como la siembra de Karai Pali, día a día voy controlando si germinó.




Mandyju rakâ árare ipojái ome'ê haguâ ipoty ha hi'a

1 comentario:

  1. No dejan de sorprender esas experiencias escondidas en el saber de la gente que vive y recrea un mundo con sencillez y practicidad. Ojalá podamos estar en esa conciencia de quienes saben encontrar en la naturaleza los medios para vivir, sin la necesidad de esa salida fácil de los pre-fabricado. Cada vez se va dejando de lado ese conocimiento que nos hace más nosotros, menos dependientes, menos colonizados. Dejamos de producir nuestros frutos por ejemplo, perdemos el conocimiento del cultivo, y más la riqueza de la naturaleza que aun puede brindarnos lo esencial para la vida.

    Las semillas que plantas en el patio no son del pasado. Son semillas de esperanza. A mi me motivan. Fuerza, y ojalá que nazca la planta!!

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