sábado, 8 de agosto de 2009

¿QUIÉN CONOCE A DON NATALICIO SERVÍN ?



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Quién no lo conoce, tal vez sea la interrogante. Varias décadas de presencia silenciosa transitando las polvorientas calles del barrio. Pocos conocen el nombre, tal vez solo los allegados. En un tiempo no muy lejano fue para muchos “El aguatero” y para otros simplemente “Ñandú”.

Con la sonrisa fácil y el trato cordial, sesenta y siete años de honesta vida de trabajo empujando un carrito, rengueando un tanto, es tal vez en la actualidad una de las figuras emblemáticas de mi barrio San Isidro de Lambaré. Niños, jóvenes y adultos son sus marchantes del crocante pororó que ofrece día a día , con sol o con llovizna, a partir de las tres de la tarde desde San Isidro a Villa Policial y viceversa.

En 1942, un 8 de septiembre nació en la ciudad de Emboscada, Departamento de Cordillera. A la edad del enrolamiento, para cumplir con la ley del servicio militar dejó su Emboscada natal. Acompañado de su madre llegó hasta Asunción afincándose en el barrio Sajonia. Allá por el año 1958. Hizo su conscripción militar en Mariscal Estigarribia (Chaco), fue dado de baja en el año 1960 en el 5º Destacamento “Mayor Pablo Lagerenza” de Ingavi, a escasos kilómetros de la frontera boliviana, escenario de una de las memorables batallas de la Guerra del Chaco.

Relata que fue asentado en el Bañado de Tacumbú por el Gral Pablo Rojas y que en 1.970 a raíz de una de las cíclicas inundaciones del Río Paraguay se vio obligado nuevamente a migrar, afincándose, esta vez,en el Barrio San Isidro de Lambaré. Allí formó su familia casándose con Doña Julia Arguello con quien tuvo siete hijos, dos de los cuales aún vive bajo su tutela.

Don Natalicio es conocido en el barrio con el apodo de Ñandupe. A él no le molesta cuando alguien en broma y con afecto le pregunta ¿Mba’eichapa re ñeñandu karai?. En el acto contesta dibujando la bondadosa sonrisa en el rostro “Che añeñandu porä,¿ha nde? Este gracioso y pícaro juego de palabras hace que preguntándole el estado físico y anímico, los innumerables amigos y conocidos utilicen el saludo para aplicarle el apelativo del “marcante” en nuestro dulce idioma guaraní, que Don Natalicio domina, dada su extracción de tierra adentro.

Don Ñandú, como muchos lo llaman, es un ejemplo de perseverancia y tesón. Nunca le esquivó el hombro al trabajo, nunca lo amilanaron las vicisitudes. Tiene un claro concepto de la vivencia de los valores éticos que le inculcara Doña Luisa Servín Cabañas, su madre y padre, como manifiesta, tanto en la lejana niñez allá en Emboscada como en la juventud, ya en Asunción, como muchos compatriotas que acudieron a la capital en busca de mejores horizontes.

Muchos pasares y muchos pesares tuve en la vida...me comenta Don Natalicio mientras embala sus palomitas de maíz, pipoca o simplemente avati pororo en una fresca noche de julio frente al portón de entrada del Colegio Profesora María del Carmen Morales de Achucarro esperando el toque del timbre del recreo que permitirá que los alumnos se deleiten, eligiendo sabores y colores.

Trabajó en una oportunidad en el Circo Valdovinos (15 días). Otra en construcciones de obras, como carpintero de obras, su especialidad fue el encofrado. Después de algunos accidentes en el trabajo, que él considera un riesgo normal, incursionó el campo de las ventas: Pororó en la actualidad, antes agua en carrito, helados en la calle, gaseosas en el mercado, un puesto de venta de caramelos y cigarrillos en Quinta y Yegros. En este punto comenta que para llegar a su domicilio viajaba en micros de la línea 40 hasta la Villa Policial desde donde caminaba todas las noches alrededor de la una hasta el barrio San Isidro transitando caminos de tierra, cruzando chacras y plantaciones de pacholí.

Quien tiene cuarenta años o más aún recuerdan los carritos de helados Alaska, Kibón u otros que al sonido de los famosos pitos heladeros trillaban las calles de los barrios asuncenos. Don Natalicio, fue uno de los tantos heladeros que en los días estivales, empujando los pesados carritos, llenos de “cucuruchos”, “juguitos”, “palitos” y “golazos”, anunciaba su presencia con el conocido bajo, corto, ascendente, corolado con el agudo potente y largo sonido final, para alegría y deleite de los chicos, y otros no tan chicos.

Justamente de sus tiempos de vendedor de helados Alaska le viene el apelativo que muchos utilizan y casi nadie conoce su origen. En una temporada dejó de acudir al trabajo. Su patrón, vino a visitarlo y al encontrarle en cama con la pierna infectada e irisipelada le preguntó el motivo de la dolencia El contesto que fue picado por la araña selenops, ñandupe en guaraní. El dolor de las picaduras as picaduras de las arañas, según la creencia popular, solo es calmada con el mbaracápu (sonido de la guitarra), con apósitos de yuyos bien catalogados y conocidos por nuestra gente campera. Otra costumbre popular es el tratamiento de la erisipela rozando con el vientre del sapo la inflamación en repetidos movimientos descendentes. o cruciformes El sapo muere al absorber la fiebre y el paciente sana. Muchas veces hay que facilitar la muerte del batracio enterrándolo hacia el occidente (kuarahy reikegotyvo).

Al reintegrarse al trabajo tuvo un cálido recibimiento de sus compañeros y de todo el personal. El espontáneo recibimiento de Don Enrique, su patrón español, marcó su vida: “viene el famoso ñandupe...”. Desde ese momento y hasta hoy día es conocido con el apelativo de ÑANU.

Al preguntarle sus otros pasares, me dijo que trabajó como empedrador de la avenida Von Polevski luego de ser entubada la zanja que llegaba casi al arroyo del actual balneario Veracruz, posibilitando una vía de rápido acceso a la ciudad de Villa Elisa.

Varias temporadas trabajó en el frigorífico San Antonio.

De colchonero y elastiquero (de camas) en otro tiempo y como ordeñador de vacas en otro.

Como aguatero recorrió en barrio San Isidro, montado en su carrito de dos tambores, con tiro de un caballo, repartiendo el líquido vital. Con tal motivo fue entrevistado y publicada una nota, con foto en colores, en la revista Sendero de la Conferencia Episcopal Paraguaya.

Una vez crecidos y formados todos los hijos del primer matrimonio, luego de veinte años de viudez, diez años atrás, volvió a casarse con Doña María Dolores Bernal, su actual compañera.

De sus pesares comenta: En 1965, fue atropellado por una moto el la avenida José Félix Bogado. Como saldo: una costilla rota.

Trabajando en la construcción, en Barrio Obrero, en una oportunidad se le cayó del techo un tirante. Como usaba casco la madera resbaló de la cabeza al hombro ocasionándole la rotura de una clavícula.

En otra obra, esta vez en Mariano Roque Alonso, resultó con la rotura de dos dedos con la esquirla del esmeril roto, de una máquina cortadora de cerámica.

Una noche, 10 de enero de 2004, cuando volvía de su venta de la zona de 4 Mojones fue atropellado por una camioneta, inutilizando su carrito y ocasionándole ocho meses de vacaciones forzosas y el vivir rengueando con una prótesis de platino. Como sucede en muchas oportunidades y con muchos damnificados, el dueño del vehiculo se dió a la fuga abandonando a su suerte al herido. Nunca fue identificado.

Tantas son las cosas que quedan en el tintero Don Natalicio inicia la jornada a las cuatro de la mañana con un espumoso mate compartido con Doña María Dolores, luego le acompaña más de diez cuadras, para que ella aborde el colectivo que la lleve al trabajo, aún de madrugada.

Al pedirle un mensaje para los jóvenes Don Natalicio no dudó para expresar en guaraní: “Prepárense con seriedad para afrontar la vida, cada vez mas exigente y competitiva, aléjense de los malos hábitos, y las malas compañías, no le teman al trabajo, sean íntegros y la vida les sonreirá”.

Al agradecerle la deferencia de su atención: añeñanduporäiterei añemonguetavo nendive Karai Servín... una amplia sonrisa ilumina su rostro, al decirme en guaraní “tenemos mucho de que hablar... cuando quieras”.

¿Conocían a Don Natalicio Servín?.

¿Conocen a Ñandu?

San Isidro, Lambaré, 9 de julio de 2009

1 comentario:

  1. excelente trabajo profesor, esta historia narrada por usted es un ejemplo de vida, donde se demuestra "que si uno quiere todo lo puede", sin importar los obstaculos que se puedan presentar en la vida, me emocionó tu trabajo, siempre le he admirado al humilde vendedor de "pororo" al verle trabajando afanosamente en el porton de la institucion, y ni siquiera me imaginaba la rica historia como experiencia vivida de don Servin..

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